No maten al mensajero...

La moral hoy está desprestigiada. Se la llama peyorativamente "moralina", y a quienes la defienden se los acusa de retrógrados e inmediatamente se les retiran todos los micrófonos.
Y si bien el ataque externo es muy fuerte, la debilidad también es interna, ya que muchos han querido defender la moral desde una forma de soberbia, mal llamada "autoridad moral".
El autor de este blog habla de moral sin autoridad moral, sino desde su lucha cotidiana contra sus debilidades, pasiones insanas, y flaquezas espirituales.
La moral está por encima de todos nosotros. Es nuestra labor cotidiana el elevarnos hacia ella, y no intentar bajarla a nuestra (aún) mediocre altura.



miércoles, 30 de junio de 2010

Tristes conclusiones...

Fue interesante lo que aprendí al comentar en una nota de un diario:

1) Hay una gran cantidad de "homosexuales activistas" que están trabajando mucho mediáticamente.
2) La mayoría comienzan sus participaciones escondiendo su condicion de tales.
3) Cuando actúan "en patota" no respetan, en lo absoluto, a las circunstanciales "minorías".
4) Son terriblemente intolerantes con los que piensan diferente.
5) Usan sistemáticamente la burla, el insulto, y la agresión ad hominem.
6) Cuando se les acaban los argumentos desvían automáticamente la atención a los curas pedófilos, la inquisición, los heterosexuales criminales, y, por supuesto, el infaltable "nazismo".
7) Copan los comentarios y las encuestas, y luego usan esa participación como prueba de que la gente los apoya.
8) Los enfurece que otros se organicen para defender lo que creen correcto.
9) Bajo ningún concepto están dispuestos a que haya un plebiscito.

Obviamente que todos esos comportamientos son contradictorios, pero lo que más me llamó la atención fue lo que pasó al final.

En un determinado momento, malinterpretando algo que dije acerca de mis propias debilidades, supusieron que yo tenía tendencias homosexuales reprimidas. Ahí se acabaron los agravios y los insultos, y comenzó un fuerte bombardeo de comentarios "amigables", invitándome a "liberarme de las cadenas de la represión", a "disfrutar la vida, que es corta", a "dale, che, vamos"...

El cambio de actitud fue notable, y hasta sorprendente.

Y ahí me dí cuenta que el peor daño es el que le están haciendo a esas pobres personas que aún se esfuerzan por luchar contra su debilidad.

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